La pasión y unión de la delegación de Vichada brillan en los Juegos Comunales

Una mancha verde se encarga de teñir las graderías del Coliseo 20 de julio, que recibe los deportes de baloncesto y fútbol de salón en las ramas masculina y femenina en la regional de la Orinoquía de los Juegos Comunales que se lleva a cabo en la capital del Casanare. Es la delegación del Vichada, que entre gritos, fanfarria y alegría sigue cada paso de los compromisos que juegan.

«Somos un grupo muy unido, aprovechamos este espacio para alentar a los nuestros, sin importar qué deporte practique», dice Solmeida Camargo, quien hace parte del equipo de baloncesto. Para ellos, más que una competencia, estos juegos son una oportunidad para estrechar lazos y mostrar la fuerza de su comunidad. «Venir desde tan lejos y sentirnos como en casa gracias al apoyo de nuestros compañeros es algo que nos llena de energía», agrega con una sonrisa.

Al lado de Solmeida, también, aparece la figura de Julián Díaz, quien hace parte del equipo de baloncesto masculino, quien sigue atentamente cada compromiso y cuando es Vichada el que está en juego, se convierte en un técnico desde la tribuna: da indicaciones, grita estrategias a sus compañeros en la cancha y celebra cada anotación con una energía contagiosa.

«Es imposible quedarse quieto cuando el corazón está en la cancha», dice Julián, mientras con voz ronca por el ánimo a sus compañeros. Para él, este rol no es solo cuestión de pasión, sino también de responsabilidad. «Somos un equipo dentro y fuera del campo. Si no puedo estar jugando, haré todo lo posible para apoyarlos desde aquí», añade con convicción.

Esa unión que se ve en el coliseo también se traslada al hotel en el que se hospedan, el Samán del Río. Allí, son como una familia. Comparten las comidas en largas mesas llenas de risas y anécdotas, disfrutan juntos de la piscina para relajarse después de los intensos partidos, y cada noche se reúnen para conversar y planear el día siguiente.

«Nosotros viajamos como una delegación, pero aquí somos una familia», comenta Solmeida. «Cuidamos unos de otros, nos aseguramos de que nadie se sienta solo, porque más allá de los resultados, vinimos a pasarla bien y a ganar experiencia». Esa camaradería se ha convertido en la base que sostiene a este grupo, que representa con orgullo a su tierra y demuestra el poder de la unidad.

En el Samán del Río, las luces de las habitaciones se apagan tarde, pero no por cansancio, sino porque el calor humano y las conversaciones parecen ser infinitas. Desde las bromas de Julián hasta las palabras de ánimo de Solmeida, cada instante se vive con intensidad, porque saben que estos momentos, tanto dentro como fuera de la cancha, serán recuerdos imborrables que dejan los Juegos Comunales.

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