El Guainía, disparidades sociales y económicas
Foto portada: Comunidad de Remanso - Imagen ilustrativa.
Poco sabe el colombiano promedio sobre el departamento del Guainía. No conocemos su geografía ni su territorio, con una extensión más grande que países como Irlanda o Lituania. No conocemos sus etnias curripaco, puinave, piapoco, cubeo, yeral o sikuani. No conocemos su historia, marcada por la llegada de colonos buscando bonanzas de flora, fauna y oro, proceso que ha dejado una amalgama de culturas en el departamento. Tampoco conocemos su economía marcada por la escases de proyectos productivos propios, por el desconocimiento de las condiciones naturales del departamento, por una visión del desarrollo extractiva más que productiva.
El Guainía es un departamento particular. Si bien es el 5to departamento más grande del país, ocupa el puesto 32 en población. Esto implica que la densidad poblacional es muy baja, y que las distancias a recorrer son muy altas. Ambas características limitan las posibilidades de desarrollar un mercado en el departamento. No solo esto, sino que la oferta natural del Guainía es también diferente a la de otras zonas de Colombia, incluso en departamentos vecinos como el Guaviare o el Vichada. Salvo en algunas zonas del norte del departamento, en el Guainía la fertilidad de la tierra es más baja, y por eso no se dan las condiciones para establecer zonas ganaderas, agrícolas o agroindustriales. Todo esto termina limitando la posibilidad de contar con grandes centros urbanos y productivos. Así, el Estado termina ofreciendo las pocas oportunidades de empleo, bienes públicos y servicios en la región. La comida termina llegando por avión, y el departamento sigue teniendo amplias zonas desconectadas incluso de la señal telefónica.
Entre las pocas actividades que dan algún sustento (por ejemplo, en Inírida), se encuentra la minería. Pero esta minería es en muchas ocasiones ilegal y a pequeña escala. Se ha intentado legalizarla, pero existen barreras para ello, entre otros, por las necesarias regulaciones ambientales que debe tener esta actividad.
Todas estas circunstancias evidencian la necesidad de pensarse soluciones para el departamento, pero no desde el lejano desconocimiento de Bogotá. Un departamento suigéneris, no puede ser administrado desde el centro. Por sus condiciones especiales, el Guainía requiere soluciones ajustadas a sus particularidades. Por ejemplo, es necesario reconocer que los recursos para ejecutar cualquier proyecto social o de infraestructura, por definición, serán más altos en un departamento como este, donde la dispersión de la población y los costos de transporte (por río o por avión), encarecen y dificultan cualquier obra.
De manera similar, se requiere reconocer que las condiciones naturales son particulares, y por eso se necesita aplicar sistemas productivos que sean armónicos con las condiciones ambientales, sociales y económicas de la región. Esto implica dejar de pensarse sistemas productivos que vienen del mundo andino. En el Guainía no sirven los potreros empraderizados y extensos, y no funciona la agricultura extensiva.
¿Qué sí puede funcionar? Generar medios de siembra y manejo sostenible de especias de fauna y flora endémicas de la región, como la flor de Inírida, la fibra de chiquichiqui, cumare y palo boya; o las especies de peces ornamentales como neones, rayas o el pencil. Para ello cabe pensarse en cómo impulsar los sistemas silvo-pastoriles y agro-forestales con reducido uso de agroquímicos, y enseñar la cría de especies menores. Se necesita también desestimular la quema del bosque para el establecimiento de chagras o conucos (pequeñas parcelas de tierra que siembran las comunidades indígenas).
Las transformaciones de un departamento como el Guainía requieren no solo de transformaciones económicas, sino también, de transformaciones culturales. Por ejemplo, es importante que las voces, necesidades y empuje de las mujeres indígenas cobren más fuerza en las organizaciones sociales y políticas. Y para que ello ocurra, se deben repensar algunas divisiones sociales del trabajo dentro de las comunidades. Por ejemplo, en el Guainía, tradicionalmente el hombre indígena se encarga de la cacería, la pesca, la adecuación del conuco y la reparación y construcción de la vivienda. Por su parte, la mujer indígena se encarga del cuidado: el cuidado de los hijos, el cuidado del conuco, el cuidado del alimento.
Todo esto debe ir acompañado de la protección y de la escucha a los liderazgos indígenas de la región. En últimas, desde el diálogo y el encuentro de puntos en común, podremos recordar que el Guainía es un departamento viable. Un departamento donde se puede construir equidad. Donde pueden reemplazarse ideas que ven el territorio como una zona para la extracción, y se pueda pensar en la producción y en la conservación. Donde se puede tejer entre organizaciones sociales para exigir y para crear. Donde la cultura indígena y la colona, los gobiernos locales y nacionales, pueden trabajar juntos para reconocer y expandir la riqueza y oportunidades que este gran rincón de Colombia nos ofrece.
Este escrito hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Las columnas son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre su centro de investigación comunitaria, síguelos en IG @reimaginemos.colombia o Twitter @reimaginemos.
Coautores: Jairo Rincón Ariza, docente Universidad Nacional Abierta y a Distancia trabajando en actividad ambientalista y social en el Guainía; Zulay Guajo, abogada indígena y defensora de derechos humanos en el Guainía.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos