El clamor de la mamá de un guerrillero

CON EL PROCESO DE PAZ EN MARCHA, MUCHAS FAMILIAS CONTEMPLAN LA ESPERANZA DE REENCONTRARSE CON SUS SERES QUERIDOS, PRINCIPALMENTE ESOS HIJOS QUE POR DIVERSAS RAZONES DECIDIERON ENGROSAR LAS FILAS DE LAS FARC.

Por: Edwin Suárez

Hay unas víctimas silenciosas de la guerrilla de las que casi nadie habla y que estarían dispuestas a apostarlo todo para poner fin a una guerra ajena que les arrebató sus hijos: las madres de los insurgentes.

Por alguna razón, la falta de oportunidades principalmente, muchos niños, jóvenes o adolecentes decidieron empuñar las armas, arriesgar sus vidas, y de paso generar un sufrimiento permanente a sus familiares.

Hace algunos días una de esas madres, a la que por resguardar su seguridad llamaré María, me contactó para preguntarme que si dentro de mi ejercicio periodístico pensaba visitar la zona de Cumaribo donde se concentren las FARC, le avisara y permitiera acompañarme para buscar una hija que hace década y media se marchó para el monte.

En todo ese tiempo se han encontrado una sola vez, el sufrimiento de toda la familia ha sido ininterrumpido. Por eso esperan que el reencuentro, al cabo del proceso de paz, sea definitivo.

Esta historia me llevo a evocar una experiencia cercana en donde innumerables veces vi a una familiar sufrir por un hijo que duró por lo menos 20 años en la guerrilla. Tratar de ponerse en los zapatos no es suficiente para dimensionar el sufrimiento que han soportado estas madres.

También hay guerrilleros rasos, los que obedecen las órdenes, que se pueden considerar víctimas de las FARC. Hace un par de años en una visita de trabajo a la comunidad Embera de Mamey Dupurdú, Medio Baudó, Chocó, un par de niños que no superaban los trece años me contaron que un miliciano pretendía reclutarlos forzadamente y que de no salir de la comunidad cuanto antes, no tendrían otra opción que enlistarse en esa guerrilla y esperar su final en un bombardeo militar, pues la desmovilización significa el desplazamiento de su familia o poner la lápida a uno de los suyos.

Volviendo al caso de María, en este momento tiene dos preocupaciones, que gane el No y lo que le pueda pasar a ella y a su hija si gana el Sí; algo al parecer incoherente pero que bajo esas circunstancias familiares es totalmente válido.

Si gana el No lo más probable es que pierda las posibilidades de volver a su ser querido. Y si gana el Sí, teme por lo que le pueda pasar a su hija y su familia, pues cree que los enemigos de la paz tomarán represalia contra los desmovilizados. Sin embargo, ella prefiere afrontar la adversidad que traiga consigo el fin de la guerra.

Sea cual sea la decisión que tomemos los colombianos en el plebiscito, muchas de esas madres serán para siempre ‘las otras víctimas silenciosas de las FARC’.

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