La estafa que se lucró de la desesperación por un empleo en Vichada

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Cuando Rafael* recibió el mensaje en su celular, pensó que por fin encontraría la oportunidad que ha estado esperando. Lleva más de cinco meses desempleado y necesita encontrar un trabajo que le permita el dinero para subsistir.

El mensaje que cayó en su WhatsApp el 10 de abril venía acompañado del pantallazo de una publicación de Facebook en la que se solicitaba personal para trabajar en una reconocida ferretería de Puerto Carreño (Vichada), ciudad en la que vive desde hace varios años.

En las redes sociales las ofertas de empleo falsas, abundan. Facebook es su nicho ideal: se publican a través de grupos locales dedicados a la venta u oferta de productos y servicios. Suelen ser ofertas laborales escuetas que prometen contratación inmediata y horarios y salarios atractivos, pero sin detalles precisos de la persona, empresa o entidad contratante y las funciones del cargo a desempeñar.

Como el mensaje de WhatsApp se lo envió su anterior jefe, una exfuncionaria gubernamental que conoce sobre su situación de desempleo, Rafael no sintió suspicacia ni malicia, solo esperanza y optimismo. Si lograba ocupar una de las vacantes ofertadas, en un par de semanas su situación económica sería distinta: podría pagar los servicios públicos y comprar los alimentos diarios con la tranquilidad que hoy no tiene.

En Vichada la tasa de desempleo suele superar los dos dígitos, la mayor cantidad de personas ocupadas se encuentran en la informalidad y los empleos formales corresponden, en su mayoría, al sector gubernamental, pero suelen estar sujetos al amiguismo y la politiquería. Además, el 57% de los jóvenes entre 18 y 29 años ni trabaja ni estudia y, según el DANE, el Índice de Pobreza Multidimensional del año 2022 reflejó que el 75 % de los vichadenses tienen dificultades para acceder a salud, educación, empleo, etc.

Pantallazo de Facebook.

Cuando Rafael se puso en contacto con el número de teléfono escrito en la publicación (3214874039), la persona que contestó le dijo que posteriormente lo contactarían para proceder con el proceso de selección. Esa llamada llegó al día siguiente, el 11 de abril a primera hora. En ella, “Oscar Pérez”, como se identificó la persona del otro lado de la línea telefónica 3214862625, le habló con lujo de detalles del establecimiento comercial que ofertaba el empleo (una reconocida ferretería de la ciudad) y de las supuestas funciones a desempeñar.

“Me dijo que le enviara mi hoja de vida, la revisó e indicó que me presentara el lunes (15 de abril) en horas de la mañana en la ferretería”, detalló Rafael. Su cargo sería el de bodeguero, con un contrato inicial de tres meses y un salario de $1.700.000. Le dieron el horario y le solicitaron su talla en ropa y zapatos para la dotación. “Todo con una seguridad de que todo estaba bien y que me iba a dar el contrato”.

Lo único que hacía falta para ganarse la vacante era hacer un examen ocupacional. Así se lo dijo a Rafael, “Oscar Pérez”. Debía realizarlo en el consultorio de “Paola Díaz”, una supuesta médica que tenía un consultorio en Puerto Carreño. Debía llamarla al número 3224470840, solicitar la cita, pagar el costo de la consulta y enviar el comprobante de la consignación.

Sin perder tiempo, Rafael contactó con la “doctora Díaz” y concretó la hora y fecha del examen. Esta a su vez lo exhortó a consignar $70.000, para garantizar la atención programada para el lunes 15 de abril.  

A sus 59 años, con la malicia que dan los años, con la sabiduría que se adquiere por el tiempo vivido, Rafel no pensó que se tratara de una estafa. No se le ocurrió visitar la ferretería, esa misma que ha visto decenas de veces cuando recorre la calle que se dirige al puerto de la ciudad. Tampoco se le pasó por la mente acudir personalmente al supuesto consultorio médico para preguntar por el costo y el procedimiento del examen. Ni siquiera dudo de que le pidieran hacer pagos por adelantado.

Lo que sí hizo Rafael fue llegar hasta un corresponsal bancario de Bancolombia, consignar el dinero en la cuenta de ahorro a la mano número 03115840821, a nombre de Florinda Díaz, y enviar el recibo de consignación al número de “la doctora Díaz”: 3214862625.

De manera inmediata Rafael recibió un mensaje de la “doctora”: “Oye, yo estoy mirando y tú solamente estás consignando lo de un examen. Recuerda que son tres exámenes y cada uno tiene un costo de $70.000 (para un total de $210.000). Entonces, te falta consignar $140.000 de los otros dos exámenes”.

En esta modalidad de estafa virtual, los delincuentes suelen enredar a sus víctimas. A Rafael primero le hablaron de un examen, pero luego, una vez hecha esa consignación, le dijeron que eran más exámenes. Es más fácil que alguien consigne sin mayor inconveniente $70.000 y no $200.000 0 $300.000. De $70.000 en $70.000 ven estafando a decenas de personas en diferentes partes de la región o el país.

Solo con el segundo mensaje de la “doctora Diaz” Rafael empezó a entender que algo no cuadraba, que podría tratarse de una estafa. Decidió entonces ir directamente a los lugares involucrados en la oferta: el consultorio médico y la ferretería.

En el primer lugar, con el recibo de pago en la mano, Rafael se encontró con que el consultorio no existía y nadie, en los alrededores del sector, conocía a la supuesta “doctora Díaz”. En la dirección que le dieron, que en la actualidad corresponde a un local desocupado, sí existió hasta hace unos meses un consultorio médico que nada tiene que ver con el mencionado en la estafa.

En la ferretería, Rafael completó su desilusión. Allá le dijeron que no tenían ofertas de empleo vigentes, que era una estafa en la que ya otras personas habían caído, “que ellos ya habían anunciado que había personas inescrupulosas que estaban utilizando su marca para estafar”. Ahí Rafael se convenció de que era la víctima más reciente.

$70.000 puede parecer poco dinero, pero para alguien que lleva meses sin una fuente de ingresos, resulta determinante. “Me llené de rabia y mucha tristeza porque jugaron con la necesidad de uno”. “Perdí mi dinero” dijo.

La experiencia terminó de ser más amarga cuando intentó colocar la denuncia en la Policía y le dijeron que “esos estafadores después de que estafan desaparecen” y no hay mucho que hacer. Tampoco puso la denuncia en la Fiscalía “porque la mayoría de veces desestiman esas denuncias yal final no resuelven nada, termina uno igual, con la plata perdida”.

*El nombre del protagonista de esta historia fue cambiado por solicitud del mismo.

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Redacción EL MORICHAL

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