Revocatoria, Palíndromo de la democracia
Por: Leonardo Puentes
Hay días del palíndromo. Días que pueden amanecer desde un rincón revocado de nuestra esperanza, desde una mañana que madruga al revés o del llanto de un anciano que regresa al vientre de su madre para nacer.
A veces, cuando veo los ilustres familiares desfilando sus trajes de domingo acudiendo religiosamente a sus imperdibles citas con el altísimo, pienso en el pasado. Me esfuerzo en imaginar las expresiones y rostros de otras gentes y otros pueblos, cuando por ejemplo un nuevo hombre libre afroamericano depositó su voto por primera vez en los Estados Unidos. Imagino las caras de las señoras con sus hijos blancos y bien peinados, imagino los mercachifles y otros comunes viendo caminar a Thomas Mundy directo al recinto de votación con una sonrisa tejida en su barba, e imagino el silencio de los comisarios que le vieron depositar la papeleta de su puño negro aquella mañana del 31 de Marzo de 1870 en el Ayuntamiento de Perth Amboy en Nueva Jersey.
También me sucede a veces, cuando visito a mi madre, la observo y veo a Matilde Hidalgo, y me gusta imaginar sus cabellos cortos levantando polvo frente a una fila de corbatas que le vieron sufragar ese sábado 10 de mayo de 1924 para cargos de elección popular en Ecuador, convirtiéndose en la primera mujer en votar en américa latina. Matilde y Thomas, llegaron muy tarde a visitar una democracia senil, pero menos mal llegaron.
Estas imágenes, junto con muchas otras representan una cartografía de la nueva era democrática que nos ha arrastrado a las orillas de nuestras realidades modernas. En Colombia, la carta política de 1863, o Constitución de Rionegro como se le conoce, impulsada por el liberalismo nos trajo la abolición de la pena de muerte, libertades de asociatividad comercial y el secularismo como los grandes aportes que junto con reformas posteriores fueron la semilla de la Constitución de 1886, impulsada por el presidente Núñez y de un corte puramente conservador que prácticamente echó tierra a la carta anterior y arrojó al país a un oscurantismo criollo donde se cimentó el matrimonio entre religión y poder por mas de 100 años, censurando el pensamiento no católico, prohibiendo la separación marital y coartando las libertades de participación civil, ahogando la voz de los ciudadanos de a pie hasta la llegada de la carta del 91 impulsada por la denominada 7ª papeleta.
Esta nueva Constitución justamente llegó para abrir las puertas a la participación ciudadana, tuvo como objeto amplificar la democracia representativa hacia la democracia participativa, mediante nuevos mecanismos legales que pretendían otorgarle garantías de poder fundamentales al mandante o constituyente primario (el pueblo). En ese contexto fue incluida la figura de la revocatoria del mandato, al igual que la participación en plebiscitos, consultas populares, conformación de cabildos y otras herramientas. Todo esto, en un tiempo donde nuestro país se disolvía entre brechas de poder avismales entre el elector y el elegido; fenómeno que se ha adoptado como cultura en casi todo el mundo durante los últimos 2 siglos, construyendo un ciudadano que elige representantes pero que no puede arrepentirse, ni mucho menos revocar el mandato otorgado a otro semejante, es decir, la democracia destituyente desconocida hasta este momento para el colombiano promedio.
No obstante, aún cuando todos los sectores políticos participaron de aquella nueva carta política, pretendiendo en esa ocasión mitigar la corrupción administrativa y darle al ciudadano ese poder destituyente, hasta el sol de hoy nunca se ha materializado. Trasegados estos 26 años de la constituyente del 91 se han hecho numerosos intentos en las diferentes regiones y municipios, ninguno de ellos ha llegado a destituir un alcalde o un gobernador. Hasta 2016 se tenía registro de 166 revocatorias en las diferentes regiones, 165 fueron para alcaldes y uno para gobernador. Solo 50 intentos llegaron a las urnas y 116 no superaron la etapa de recolección de firmas. No obstante, el escenario es muy distinto para este año.
Definitivamente creo que 2017 será recordado como el año de las revocatorias en Colombia. Pues hasta este primer semestre han sido inscritas 113 iniciativas de revocatoria en todo el país. Parece que una nueva manera de democracia esta emanado en todo el territorio nacional. Y no es por otra razón que por la decepción y la impotencia del ciudadano ante el fallido sistema electoral, que se ha edificado en el sentir popular como una manera inservible y torpe de cerrar el cerco entre el electorado y los elegibles, aupando la frustración de las mayorías en un sufragio que ha transmutado a la democracia del “menos peor” y arrojando sus esperanzas al cajón oscuro del “Ya qué” “Todos son corruptos” “Igual todos roban” y otras sentencias populares que han sido alimentadas por el engaño soterrado de quienes aspiran a ser dichos representantes.
En Bogotá, un grupo de ciudadanos diversos hemos venido estudiando y analizando los vejámenes de nuestra democracia. Hemos investigado sus raíces para reconocernos y poder vernos reflejados en el espejo adecuado. Y, dadas las circunstancias de la absurda reelección de Enrique Peñalosa en 2015 como alcalde, decidimos actuar para mover toda una ciudadanía alrededor de una idea que aparentemente parecía imposible de lograr: Revocar el mandato del alcalde de la capital colombiana. Y no cualquier alcalde. Uno que nos había empeñado hacia 18 años con la mentira más grande del transporte como el sistema BRT (Bus Rapid Transit) o Transmilenio como lo conocemos y padecemos día a día todos los bogotanos.
Con el eslogan Revoquemos A Peñalosa, no solo buscábamos tumbar un alcalde según las reglas de juego legal, si no también demostrar que Peñalosa había expuesto un programa de gobierno con dudosas promesas y elocuentes obras que no especificaban la manera en que se llevarían a cabo. ¿De dónde saldría toda esa plata para los mega centros culturales? ¿O para los colegios y jardines que dice va a construir?.
Revocar a un alcalde de una capital tan compleja como Bogotá implica un ejercicio de pedagogía y promoción de grandes dimensiones, moverse en todo el territorio mediante diferentes estrategias tanto análogas como digitales, que implica mucho trabajo y sobretodo tiempo, ya que no se contaban con recursos mas allá de los propios y la fuerza e imaginación de un grupo de jóvenes que nos comprometimos a concientizar al ciudadano y a darle las herramientas suficientes para que se apropiara de sus derechos, conociera el poder destituyente y aprendiera a creer que en sus manos puede haber un proyecto de transformación, entendiendo otra forma en la que los hombres adquirimos poder político sin necesidad de militar en partidos o movimientos en particular. Fue una travesía que logro cruzar los limites capitalinos y que nos sorprendió, cuando otras regiones nos empezaron a contactar para saber como era ese cuento de la revocatoria. Fue gratificante lograr sembrar esas semillas en otras mentes de otras latitudes pues uno no se imagina hasta donde las ideas se propagan como un virus; uno que no enferma, sino que sana y fortalece ese estado social de derecho que somos.
En tiempos de vicisitud es importante sabernos capaces, la adversidad es la que ha empujado al hombre a cambiar su rumbo desde las postrimerías de la historia. Mientras el juego lo permita y mientras los hombres tengamos herramientas, debemos usarlas siempre que las necesitemos para el bien colectivo, los colombianos tenemos hoy el poder destituyente a nuestro alcance ante el evidente fracaso del poder constituyente, donde elección tras elección las pantallas nos ponen a escoger entre los herederos que ellos quieren que escojamos.
Por eso, la oportunidad tacita de una revocatoria debe ser aprovechada. Indistintamente si se está o no de acuerdo con revocar al mandatario de turno, la participación es fundamental en la reconstrucción de nuestros derechos políticos. Desafortunadamente de las 7 revocatorias que este año han llegado a las urnas ninguna ha superado el umbral necesario de votantes que la Ley exige para cada territorio. Recordemos que el umbral de votación que impone la Ley corresponde al 40% de la cifra de votos totales registrados en la ultima elección para la alcaldía, es decir que mínimo deben salir a las urnas 3.604 personas en Puerto Carreño este domingo 30 de Julio (en 2015 la votación total fue de 9008 votos). En Ocaña Norte de Santander por ejemplo, hubo un total de 17.259 sufragantes de un mínimo de 18.418 que eran necesarios para validar la revocatoria, es decir, hizo falta 1.159 sufragios para superar el umbral. En Palmito Sucre que solo necesitaban 2.944 votos totales, solo sufragaron 1.586, o sea 1.358 personas hicieron falta. La abstención ha sido la norma hasta el momento, en Icononzo Tolima el abstencionismo llegó al 90,53% y en Barrancabermeja al 90,05%.
Hace unos días, la Alcaldía de Puerto Carreño emitió el Decreto 117, del 7 de julio de 2017 donde reprochablemente se restringe la publicidad del comité promotor de la revocatoria, el texto señala por ejemplo que solo se permitirán 3 pasacalles en el casco urbano y solo podrán ser colocadas dos semanas antes de la cita a votaciones. Estas muestras arbitrarias de silenciamiento se suman al sabotaje en Ocaña, cuando inesperadamente el servicio de acueducto no funcionó el día de la votación y las calles de acceso al centro urbano estaban cerradas. Creo que nuestra respuesta al miedo que tienen algunos de que se hagan efectivas las revocatorias, es asistir masivamente a las urnas, enterremos esa sombra lastimera de la indiferencia y ocupémonos de nuestros asuntos como ciudadanos.
Si bien la abstinencia es una postura política legitima y en muchos casos digna, una revocatoria es una reivindicación del poder decisorio de una comunidad que bien vale la pena implementar si se vislumbra como el mecanismo más acertado para erradicar de raíz un mal superior. Hagamos una alianza nacional para combatir la desolada abstinencia en temas revocantes para demostrarnos nuestros alcances. Puerto Carreño Nos puede abrir la puerta al poder destituyente por primera vez en Colombia, y darnos ejemplo a todo un país que pide a gritos escenarios reales de incidencia y ejecución del poder popular. Sin importar la decisión que usted tome, si desea o no suprimir el mandato del Alcalde Marcos Pérez, vaya y vote, extirpemos el mal del importaculísmo de nuestra cultura. Este Domingo 30 de Julio prepárense un café y salgan de sus casas a trazar la bitácora de una nueva era de participación y así comprobar si es verdad todo eso que se narra en los libros sobre la democracia, o si nos toca como el día del palíndromo: darle el sentido de atrás para adelante, empezando por destituir para poder constituir.
Palíndromo: Palabra o expresión que es igual si se lee de izquierda a derecha que de derecha a izquierda