Qué hay detrás del rechazo de los indígenas de Cumaribo a las vacunas contra el covid-19

La vacunadora María Castillo llegó en marzo pasado a la comunidad indígena de Limoncito —de apenas cinco casas, ubicada a más de 24 horas de viaje de la capital de Vichada—, y se sentó en un palito atravesado que hace las veces de silla en la casa del capitán. Llevaba 15 días recorriendo inspecciones, veredas y resguardos del municipio de Cumaribo intentando aplicar vacunas contra el covid-19 y del esquema regular (aquellas que se aplican a los niños de entre cero y cinco años de edad), pero la inmunización en las comunidades indígenas estaba imposible. Lo dijo claro, confesando algo de desilusión y frustración: había un rechazo generalizado a los diferentes biológicos, especialmente al del covid-19.

20. Las viviendas en las comunidades suelen estar separadas por algunos metros de distancia 50
Las viviendas en las comunidades indígenas de Vichada suelen estar separadas por algunos metros de distancia. Comunidad de Maniare.

“Yo le decía al capitán (el representante que la comunidad elige anualmente) que es terrible que uno venga a los rincones más alejados a traerles la vacuna y que no la acepten”, rememoró sobre aquel diálogo Castillo, trigueña, de contextura gruesa y sonrisa fácil, quien ha pasado 14 de sus 34 años trabajando a favor de la salud en el área de Cumaribo. 

“Pero a usted qué le importa, si a usted le están pagando su sueldo”, respondió el capitán.

“Sí, claro, a mí me pagan vacune o no, pero esa no es la idea. Yo vacuno porque a mí me gusta. Con eso les estoy dando inmunidad a ustedes”, dijo ella.

Limoncito está ubicada en el resguardo Muco Guarrojo. En este lugar las coberturas de vacunación son muy bajas frente a lo que han logrado el departamento y otras regiones del país. “Si le digo que vacuné a 50 personas de una población de 1.700 fue mucho”, indicó Castillo.

13. Chinchorros en una vivienda de la comunidad de Maniare 50
Chinchorros en una vivienda de la comunidad de Maniare.

Esas cifras son el perfecto reflejo del rezago de la vacunación contra el covid-19 en el municipio de Cumaribo (Vichada), que —según información del Ministerio de Salud— se encuentra entre las cinco entidades territoriales del país con peor desempeño en la inmunización, luego de más de un año de ejecución del Plan Nacional de Vacunación. De acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Social del municipio, para la primera semana de junio de 2022 solo el 7,9 por ciento de una población de 79.984 habitantes tenía el esquema completo contra este virus mortal. Y solo el 2,6 por ciento tenía una dosis de refuerzo. En total, se habían aplicado 11.328 dosis en casi 500 días, algo así como 22 vacunas diarias.

Cumaribo, valga decir, es el municipio más grande de Colombia. Tiene una extensión de 74.000 kilómetros cuadrados, un área similar a la que resultaría si se juntaran los departamentos de Caldas, Norte de Santander, Valle del Cauca y Cundinamarca. Según datos de la Secretaría de Desarrollo Social del municipio, el 90 por ciento de la población es indígena y vive en la zona rural. Y es la población nativa, principalmente, la que ha mostrado rechazo a la vacunación contra el covid-19, explicó la entidad. ¿Pero por qué? ¿Qué razones hay detrás de esta decisión? 

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Un tema profundo y cultural

Maniare está ubicada a unos 25 kilómetros de la cabecera municipal, un trayecto que se recorre en 45 minutos en moto, cuando la carretera está seca. En la comunidad, que forma parte del Resguardo Unificado de la Selva de Matavén —el más grande del municipio, con una extensión de 18.000 kilómetros cuadrados—, viven 38 familias en casas con piso de tierra, paredes exteriores de madera (por dentro las viviendas son de un solo ambiente: algunas tienen en un extremo la cocina y en el otro, las improvisadas camas y los chinchorros. Otros tienen dos chozas, una para la cocina y otra habitacional) y techo de palma o de zinc.

9. La vivienda tradicional indigena en Vichada suele tener el techo de hoja de palma 50
La vivienda tradicional indígena en Vichada suele tener el techo de hoja de palma. Comunidad de Maniare.

Como la mayoría de comunidades indígenas de la región, en Maniare no hay puesto de salud, no hay telefonía celular ni internet (son escasas las comunidades en Cumaribo que cuentan con centros de internet dispuestos por el Gobierno), no hay televisión ni ninguno de los servicios públicos que se encuentran en las principales ciudades del país (solo un par de casas tienen paneles solares con baterías que les permiten recargar celulares y linternas). Tampoco cuentan con rutas de transporte que faciliten la movilidad para llegar a los centros poblados.

19. Los proyectos de mejoramiento de vivienda del gobierno han llevado a que cada vez mas los indigenas reemplacen la palma de sus techos por zinc 50
Los proyectos de mejoramiento de vivienda del gobierno han llevado a que, cada vez más, los indígenas reemplacen la palma de sus techos por zinc.

Por Maniare los vacunadores han pasado en varias oportunidades, pero la mayoría de sus habitantes aún no tienen la vacuna contra el nuevo coronavirus. Aunque cada indígena tiene un motivo personal para no vacunarse, después de conversar con muchos de ellos es posible entender que hay factores generales para ese rechazo, asociados a creencias culturales y religiosas, así como a rumores y a la desinformación que alcanza a llegar desde las redes sociales.

“Si uno se pone las tres vacunas y no tiene capacidad (porque está débil o no tiene las defensas necesarias), se muere. A unos les da diarrea, otros se desmayan. No es que no nos pongamos la vacuna por miedo, sino porque nosotros no queremos”, dijo con voz tímida Ramón Fernández, un habitante de Maniare de 28 años que aparenta tener —por lo menos— una década más. 

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Edilberto Caribán y su familia. Comunidad de Maniare.

A veces parece que a los sikuani (la etnia predominante en Vichada) de Cumaribo se les dificultara expresarse en español o con alguien foráneo. Las palabras son escasas, las respuestas son monosílabos; pero entre ellos la conversación fluye. A juzgar por las risas, parece que siempre hablaran utilizando expresiones chistosas o se burlaran de interlocutores que no entienden su lengua. 

Un grupo de niños en la comunidad de Maniare curiosea la cámara fotográfica.

A cuenta gotas, Samuel Rodríguez explicó que “la creencia sikuani no permite esa vacunación, creemos que eso es mortal”. Considera que “la vacuna es algo que nos va a conducir a la crisis, a la muerte. A partir de esa idea no permitimos que nos introduzcan la vacuna”.

Bergildo Nariño estaba en su casa cuando llegamos a conocer su opinión sobre la vacunación contra el covid-19. Tiene 32 años, pero aparenta unos 40. No se ha vacunado porque cree que si lo hace, dura dos o tres años, se enferma y muere.

La profesora Clara Caribán fue más allá: “Yo digo que la vacuna no es buena, porque para el cáncer o el sida, que ha matado tanta gente, no sale vacuna contra eso. Hace poquito salió el covid-19 y ya sacaron la vacuna”.

“Esa enfermedad salió para reducir el número de gente porque había mucha gente. Por eso salió esa vacuna, para reducir la población”, aseguró Caribán, la única maestra de la escuela de la comunidad y una de las personas que mejor habla el español. 

5. Pareja de adultos mayores de la comunidad de Maniare 50
Pareja de adultos mayores de la comunidad de Maniare.

Para Juan Miguel Chitiva, un profesor que ha trabajado con las poblaciones étnicas del municipio, lo único que reflejan esas posiciones es “una total desconfianza de las comunidades indígenas en el sistema de salud”.

“¿Qué están diciendo los indígenas cuando les vale huevo que les digan que se pueden morir con una pandemia si no se vacunan?”, se pregunta Chitiva. “Pues que no le están creyendo a la institucionalidad, no les creen a los médicos, al alcalde, al ministro, y ellos tienen razones tradicionales, culturales, de peso para decir, oigan, ustedes dicen un montón de vainas, ustedes generan unos males y después no son capaces de generar las curas, nos toca a nosotros buscar nuestras maticas para curarnos”.

La religión

Algunos personajes relacionados con movimientos religiosos también han influido para que haya rechazo a la inmunización contra el covid en las comunidades, aseguran Chitiva y los vacunadores. 

El pastor Javier Vargas, enfermero de profesión y que trabaja evangelizando por varias comunidades de los resguardos del municipio, precisó que algunos pastores han infundido erróneamente que “el único salvador es Cristo”, dejando el mensaje de que la vacuna no sirve para nada. “Pero es que la vacuna no es salvadora, es de prevención”, manifestó. Y fue enfático al decir que ciertos evangelizadores sí han enviado mensajes a favor de la vacuna.

1. Demetrio Cuellar junto a su familia. Comunidad de Maniare 50
Demetrio Cuellar junto a su familia. Comunidad de Maniare.

“En nuestro caso, les hemos dicho a las personas que se hagan vacunar”, aseguró el pastor Dario Santamaría, quien también lleva la palabra de Dios a los resguardos de Cumaribo. “Lo que pasa en las comunidades es que ha llegado mucha información, que les aplican un chip…; no solo en los indígenas, también en la población colona”, explicó.

Antonio Dasilva, subcoordinador de la Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales Indígenas de la Selva de Matavén (Acatisema), manifestó que en la mayoría de resguardos del municipio “se ha socializado que la persona que se quiera dejar vacunar tiene toda la libertad de hacerlo. Y la familia o la persona que no quiera, no es obligatorio”.

Pero la realidad con la que se encuentran los vacunadores es esta: “Los pastores se han encargado de decirles que uno con la vacuna les va a meter el 666, que es el demonio”, aseguró Castillo.

18. Muchas familias suelen separar en una chocita la cocina de la vivienda principal. Comunidad de Maniare 50
Muchas familias suelen separar, en una chocita, la cocina de la vivienda principal. Comunidad de Maniare. 
 

Algunas explicaciones

Dorian Cuero lleva 12 años como vacunador en Cumaribo y afirma que actualmente, como nunca antes, su trabajo es cada vez más difícil. “Desde que uno llega con el termo de vacuna y los indígenas se enteran de que uno llega con vacunación, uno ve a la mayoría como apáticos, como con miedo, y entonces se ponen molestos”.

Antes de la pandemia, los vacunadores del esquema regular llegaban a las comunidades y encontraban receptividad, los indígenas mostraban los carnés de vacunas y cooperaban para avanzar con la inmunización, pero ahora “están muy temerosos porque piensan que con la vacuna del covid-19 uno los va a matar. Eso es lo primero que le dicen a uno, que vamos a acabarlos”, dijo la vacunadora María Castillo.

Frente a los otros ocho vacunadores del municipio, Castillo tenía una ventaja: es mestiza, entiende a la perfección el sikuani y se defiende a medias para hablarlo, pero ni siquiera por eso logró mejores resultados a la hora de hacer su trabajo. “Uno les pregunta, bueno, ¿aceptan la vacunación? Se quedaban ahí mirando y no decían ni sí ni no”, relató. “Eso es complicadísimo”.

Una estrategia que plantearon en el Hospital San Juan de Dios de Cumaribo, entidad que se encarga de la vacunación, es rotar a los vacunadores entre las diferentes rutas que existen, para ver si tienen mejores resultados, pero de nada ha servido. “Después de una ruta que dura 30 días, llegar uno con 230 dosis aplicadas es frustrante”, dijo el vacunador Cuero. “Es frustrante y preocupante, tanto por la salud de la gente como por cómo lo reciben a uno y por los resultados que uno entrega, porque hacer una ruta de esas cuesta mucho dinero”. 

Para Sandra Díaz, secretaria de Desarrollo Social, que se ocupa de vigilar la vacunación en el municipio, “es un tema netamente cultural y religioso. Es una barrera que tenemos y no hemos podido romper”, afirmó.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), que ha acompañado a las autoridades locales de salud de Vichada en lograr mejores resultados en la vacunación contra el covid-19 en Cumaribo, lo relató así en un boletín de prensa emitido a inicios de este año: “Según las autoridades indígenas congregadas el pasado primero de febrero en una reunión para hablar del Sispi (Sistema Indígena de Salud Propio Intercultural), están desinformados, la IPS no ha desarrollado los procesos de información y sensibilización necesarios para mitigar el rechazo a la vacunación”.

 ¿Qué se está haciendo?

Para minimizar estas barreras que impiden una amplia cobertura de la vacunación en el municipio, las entidades territoriales de salud han realizado acciones “para llegarle a la población indígena en resguardos como Kawanerruwa, Únuma y Muco Guarrojo, pero desafortunadamente la población indígena no accedió a la vacunación como lo esperábamos”, dijo Margarita Guerra, secretaria de Salud de Vichada.

En Kawanerruwa, concretamente, “se hizo una concertación con el apoyo de la OPS y de toda la población del resguardo; se vacunaron ocho personas”, explicó la secretaria de Desarrollo Social de Cumaribo.

16. Edilberto Cariban y su familia. Comunidad de Maniare 50
Silvia Chipiaje junto a su familia, en la comunidad de Maniare.

El vacunador Cuero conoce al detalle ese caso: “En la última ruta que hice (en marzo de 2022) nos cruzamos con la OPS, no alcanzamos a llegar a tiempo a la sensibilización en Kawanerruwa, en donde todo el mundo quedó comprometido con la vacunación. Se repartieron camisetas, hubo almuerzo, todo el mundo quedó contento, que sí a la vacunación, y al día siguiente llegamos y todo el mundo, apático”.

“Yo creería que la sensibilización sirve si uno como vacunador anda en la misma ruta, para que ellos vayan sensibilizando y uno vacunando”, manifestó el vacunador.

Cuando llegan a las comunidades, los vacunadores también hacen una charla de sensibilización para explicar los beneficios y riesgos de la vacuna, pero casi nunca han tenido éxito. “Hay algunos capitanes que se cierran a la banda y dicen que no. Y otros dicen que han socializado con su comunidad y no quieren la vacuna; entonces le dejan a uno explicar, pero de una vez dicen: acá no queremos vacunas”, indicó Cuero.

Pero ese rechazo no es solo de los indígenas, “con la población ‘colona’ también es difícil”, dijo Castillo. “Acá hemos hecho el casa a casa y lo madrean a uno, lo regañan, que los vamos a matar, que vamos a acabar con los abuelos”, aunque cada día la aceptación es mayor en el casco urbano municipal, manifestó la vacunadora.

Desde la Secretaría de Salud Departamental son conscientes de que ha hecho falta mayor sensibilización en campo porque los diálogos se han dado, mayoritariamente, en espacios como la Mesa Permanente de Concertación. “Ha hecho falta llegar a la comunidad para informarle en razón de quienes están tomando la decisión, si permiten o no la vacunación en una comunidad están siendo los capitanes más no la comunidad”, manifestó la secretaria de Salud de Vichada.

Para el profesor Chitiva, otro factor que influye en el rechazo a la vacuna es el bajo número de muertes producto de la enfermedad en la población indígena. Con corte al 7 de junio de este año, Vichada tenía un reporte de 62 fallecidos en total, pero solo tres eran indígenas (4,8 por ciento de las muertes del departamento), los tres del municipio de Cumaribo (en donde en total han muerto 13 personas). Las muertes de nativos representan un número reducido si se tiene en cuenta que, según el censo de 2018, el 58 por ciento de la población vichadense es indígena.

Todos los indígenas con los que hablamos para este reportaje aceptaron haber tenido casos de covid-19 en sus comunidades y dicen que se curaron con la medicina tradicional. “A nosotros nos dio covid-19, nos dio duro, pero nos hicimos remedios con palos amargos, nos bañamos con agua tibia con yerbas y se nos quitó la fiebre”, dijo Trina Chipiaje, una mujer de 59 años que vive en Maniare.

“Ellos le dicen a uno: no, es que a mí el covid me dio fue como una gripa, eso tampoco lo va a matar a uno, y si ya no me mató, yo ya no necesito la vacuna”, son los argumentos con los que se ha encontrado Castillo durante las jornadas de vacunación.

“Los indígenas dicen: nosotros no nos morimos de covid-19, nos curamos acá con algarrobo, hierbitas y el rezo del chamán. Y de qué manera puede refutarles ese discurso el sistema de salud si ni siquiera los tiene en estadísticas. Y si no los tiene en estadísticas es porque no están haciendo el seguimiento, no los están atendiendo realmente”, precisó Chitiva.

11. Los pueblos indigenas cocinan con lena 50
Los pueblos indígenas cocinan con leña.

Al ser cuestionada sobre si la falta de vacuna covid-19 había tenido como efecto aumento en los casos positivos para el virus entre la población indígena, la secretaria Guerra manifestó que “hay un gran problema y es que la comunidad en general no se está muestreando, y en la medida en que la comunidad en general no se esté muestreando, no vamos a conocer qué tanto es el aumento [de casos] en la población”. 

Otro ingrediente es que, según la secretaria de Desarrollo Social de Cumaribo, para los indígenas el virus ya pasó. “En este momento para ellos no es una amenaza, no es un peligro”. Y contó una experiencia que tuvo en Sarrapia (una comunidad a 12 horas de camino de la cabecera municipal, cerca de la frontera con Venezuela), cuando una comitiva de la Alcaldía realizaba una concertación: “Dijeron que ya el virus había pasado. Que si no habíamos ido recién empezó la pandemia, ya ahorita a qué íbamos”.

22. Un bebe duerme en el tradicional chinchorro que usan los indigenas para descansar 50
Un bebé duerme en el tradicional chinchorro que usan los indígenas para descansar.

Precisó que “como administración nos toca seguir haciendo la tarea por directriz nacional. La meta es subir las estadísticas de cobertura”.

Afectación al esquema regular de vacunación

El temor y rechazo a la vacunación contra el covid-19 ha provocado un descenso notable en las coberturas del esquema regular o Plan Ampliado de Inmunización (PAI). “Nos afectó el programa”, dijo la secretaria de Desarrollo Social de Cumaribo. “Cuando llega la vacuna del esquema regular, ellos piensan que llevan es la del covid-19 y que los van a vacunar contra eso, y se niegan a recibir la del esquema regular”.

Castillo puso el ejemplo del resguardo Únuma, una ruta en la que antes de la pandemia aplicaba unas mil dosis del esquema regular: “Ahorita si por mucho usted vacuna 200 personas, 300 si le fue bien”. La vacunadora mencionó que a los indígenas “ya les metieron en la cabeza que llevamos es la vacuna del covid, y se les explica que no, que esta vacunación es diferente, hay que llenar un consentimiento previo”, pero esas explicaciones han sido insuficientes.

El vacunador Cuero indicó que antes era más sencillo el trabajo para ellos. “En todas las rutas uno llegaba con reportes de vacunados; después del covid-19, eso se fue de para atrás”, dijo. “Había papás que de pronto se molestaban cuando sus hijos estaban muy atrasados y había que ponerles cinco o seis vacunas; se molestaban, pero dejaban vacunar a los niños”.

En Maniare, algunos comuneros aseguraron que para ellos las vacunas de los niños son importantes. “El esquema regular sí es bueno. Nosotros llevamos a los niños a vacunar a Cumaribo”, dijo la señora Chipiaje.

José Hilario Roa, cabildo piapoco de Sejalito San Benito, un resguardo de Acatisema ubicado sobre el río Guaviare en los límites entre Guainía y Vichada, manifestó que “al inicio (cuando empezó la vacunación del covid-19) sí había temor, pero la gente entendió que era un beneficio para los niños”, y han permitido la aplicación de las vacunas.

Según Salud Departamental, los años 2020 y 2021 presentaron “coberturas críticas para polio, pentavalente y rotavirus, lo que muestra el riesgo que tienen los niños de enfermar y morir por enfermedades como la difteria, tétanos, tosferina, haemophilus, influenza, hepatitis B, poliomielitis y diarrea por rotavirus, que son las enfermedades a las cuales van dirigidas las vacunas con resultados críticos”.

Para que las coberturas sean útiles, el 95 por ciento de la población susceptible de ser vacunada debería recibir los biológicos, pero en Cumaribo, aunque antes de la pandemia se tenía un mejor desempeño, son pocos los momentos en que se han tenido esas coberturas útiles.

Por ejemplo, de acuerdo a las cifras de la misma entidad, las coberturas de polio son las siguientes en los últimos siete años: 2014, 61,2 por ciento; 2015, 60,1 por ciento; 2016, 48,6 por ciento; 2017, 38,7 por ciento; 2018, 42,4 por ciento; 2019, 47 por ciento; 2020, 31,5 por ciento; 2021, 26,7 por ciento. En rotavirus la cobertura ha sido similar, el mejor año fue 2015 con 61,7 por ciento; el peor, 2021 con 29,3 por ciento.

graficos Qué hay detrás del rechazo de los indígenas de Cumaribo a las vacunas contra el covid 19 tabla 1

Otro ejemplo es el de la vacuna SRP (sarampión, rubéola y parotiditis), que solo en 2014 y 2016 obtuvo coberturas útiles, llegando incluso a 110 por ciento. El resto del tiempo estuvo entre 80 y 93 por ciento, hasta que en 2021 cayó a 53,5 por ciento.

El profesor Chitiva aseguró que “los indicadores de Vichada siempre han estado en rojo […] y el Gobierno no ha hecho nada para superar eso. Esto solo refleja una mala política de atención de enfoque diferencial a los sectores indígenas”.

Dasilva manifestó que “tan pronto llegó el covid-19 han pasado constantemente dos comisiones ofreciendo la vacuna y para nosotros como pueblos y comunidades indígenas es absurdo. ¿Por qué con las demás vacunas o demás enfermedades contagiosas en el territorio no se preocupa el Ministerio (de Salud) cómo brindar la vacuna?”.

Según el líder indígena, “a veces hacen las comisiones y no entran a todas las comunidades que deberían visitar. Hay años que pasan y no llega ninguna comisión, entonces los niños quedan sin vacunación. Ellos (las entidades de salud) tienen su excusa que es muy lejos, la distancia. Ellos tienen el plan bien pintado, pero no lo cumplen”.

Con este planteamiento coincidió Chitiva: “A los niños chiquitos tampoco les completan el esquema, van dos, tres veces y no les terminan los esquemas de refuerzo. Eso la familia indígena lo recuerda. Entonces, cuando ya le dicen, vea que es que se van a morir si no se vacunan [contra el covid-19], dicen que lo mismo han dicho con las otras vacunas y los niños están vivos”.

En Cumaribo existen nueve rutas de vacunación que cubren todo el municipio, cada una hace cuatro recorridos durante el año llevando las vacunas regulares, explicaron desde la Secretaría de Desarrollo Social. La vacunadora Castillo asegura que las rutas sí se cumplen y llegan hasta el último rincón, hasta la última comunidad, pero no siempre logran dejar el registro porque a veces no les firman las actas que evidencian su presencia en las comunidades. “Luego [los indígenas] vienen acá y dicen que el vacunador no ha ido hace tantos años, cuando yo acabé de pasar por ahí. Qué nos toca a nosotros, venga, si no aceptan la vacunación regáleme una firma de que yo sí estuve acá, señor capitán. Hay veces que firman, hay veces que no. Pero acá vienen y dicen que uno no fue. Acá le creen al paciente no al empleado”, afirma.

Hay situaciones que han permitido que las coberturas del PAI no sean aún peores. “Los indígenas que están accediendo a las vacunas llegan hasta Cumaribo, lo hacen porque ellos mismos van tratando de cumplir con los requisitos para acceder a programas [sociales]”, dijo Castillo, que desde hace un par de meses solo trabaja en la vacunación del esquema regular, en la sede del hospital San Juan de Dios.

 “Así ocurrió con unos vacunadores que se cruzaron con un programa [de nutrición] que se llama Mil Días [del ICBF]; entre los requisitos está que el niño tenga el carné de vacunas al día. Ellos, en un solo día pusieron 250 dosis porque la gente, al son del mercado, dejó vacunar a los niños”, contó Cuero.

Algo similar ha ocurrido con la vacuna del covid-19. “Algunas personas se han ido dejando vacunar porque les exigen carné de vacunas para acceder a los programas, para contratarlos en caucheras o en donde trabajan”, indicó el vacunador.

 Lo expuesto por Cuero coincide con la opinión de un habitante de la comunidad de Maniare: “Yo no me vacuné de eso (covid-19) porque no tengo ningún cargo. Si uno tiene cargo, le toca vacunarse obligatoriamente”, dijo Ramón Fernández. 

Los riesgos que implican una baja cobertura PAI

“Esto lo vemos como un gran problema de salud pública”, dijo Kelly Valverde, epidemióloga del área de vigilancia en salud pública de la Secretaría de Salud Departamental. “Tenemos preocupación porque si siguen bajando las coberturas pueden surgir brotes de enfermedades que ya teníamos controladas”.

Desde la Secretaría de Salud aseguraron que “en 2021, más del 70 por ciento de la población quedó sin esquemas completos contra polio, pentavalente, rotavirus, y ante la presencia de una de estas enfermedades hay la posibilidad de ocurrencia de brotes, por lo que la probabilidad que tienen los niños del municipio de enfermar y morir por cualquiera de estas enfermedades es alta”.

Enfermarse en Cumaribo tiene más riesgos que enfermarse en cualquier ciudad promedio del país. Hay comunidades que deben movilizarse hasta 24 horas (mediante varias modalidades de transporte en una región en la que el transporte es muy complejo) para llegar al centro de salud, si no el más cercano, el más oportuno.

A eso se suma la compleja realidad de desnutrición que se presenta en la región. “Los niños indígenas —de por sí— son niños que nacen con bajo peso, su condición nutricional no es la mejor”, dijo la epidemióloga. Y explicó que las enfermedades inmunoprevenibles en niños en condiciones normales de nutrición tienen una letalidad del 10 por ciento; para las personas con desnutrición el riesgo puede ser de hasta 50 por ciento.

Valverde también aseguró que les preocupan los riesgos que un brote de rubéola pueda tener en las mujeres durante su primer trimestre de gestación: “Eso puede generar abortos espontáneos o malformaciones, defectos congénitos” en los bebés.

Entre el año 2016 y el 21 de mayo de 2022, en Vichada murieron 289 niños de entre cero y cinco años de edad. De ese total, 104 casos ocurrieron en Cumaribo. El municipio tuvo un promedio de 14 muertes por año y, según la Secretaría de Salud del departamento, el 39,4 por ciento de esos decesos estuvieron asociados a desnutrición; 33 por ciento a infecciones respiratorias agudas, y 17 por ciento a enfermedad diarreica aguda. Todas esas muertes eran evitables con atención oportuna.

El profesor Chitiva cree que puede haber un subregistro de parte de las autoridades. Dice que los datos corresponden a niños que “murieron en algún centro poblado, en el hospital (de Cumaribo) o remitidos en Villavicencio […]; si el niño murió en la comunidad, le hicieron una ceremonia y allá lo enterraron, ese niño no aparece en las estadísticas colombianas”, aseguró.

Para Chitiva, los rezagos en vacunación PAI podrían traer consecuencias a los pueblos indígenas de la región. “Sería una pérdida no solo cultural, sino de vidas en las comunidades indígenas”.

“Eso va a tener unas consecuencias fatales”, aseguró.

Aprendizaje para las autoridades de salud

La Organización Panamericana de la Salud ha desarrollado una estrategia de comunicación “con enfoque étnico y adaptación cultural en nueve pueblos indígenas, en cuatro departamentos del país (incluyendo Vichada), lo que ha permitido fomentar la aceptación de las vacunas entre esta población”, dice la organización.

Evelyne Degraff, asesora de la OPS en Colombia, al ser consultada para este artículo, explicó que las personas tienen el derecho de aceptar o no la vacunación, pero “esa decisión tiene que estar basada en una información correcta”.

Aseguró que “muchos pueblos indígenas no tienen la información o están desinformados”, razón por la cual, desde la OPS, han desarrollado una metodología con diálogos de saberes: un proceso de comunicación e intercambio entre la población indígena y el grupo sanitario. 

“Se hace un diálogo con respeto mutuo en el que las dos entidades tienen una relación horizontal, en donde se acepta el conocimiento de cada parte y ambas partes analizan un problema de la causa, los efectos y, a partir de este análisis, llegan a acuerdos” que faciliten el proceso de la vacunación, explicó la asesora de la OPS. 

Desde esa organización están apostando por un “cambio de comportamiento” en las comunidades. “El cambio de comportamiento no se puede hacer en un día, es un proceso y puede tomar su tiempo. Tuvimos un primer diálogo (en Cumaribo) con esta población, pero hay que continuar porque no se cambia de comportamiento de la noche a la mañana”, manifestó Degraff. “Es un proceso que puede tomar su tiempo”.

La pandemia ha servido para que se reconsidere o se tome en serio el abordaje diferencial en salud para con las comunidades indígenas, reconoció la asesora de la OPS. “Hay que acercarse más a estas poblaciones, hay que darles una atención diferencial centrada en sus necesidades, respetando su cultura”, aseguró.

Y agregó: “No se puede ir a una comunidad indígena y exigir, entre comillas, nuestras percepciones. Ellos tienen su propia percepción, hay que entenderla y ver cómo, juntos, podemos llegar a compromisos”.

Para los indígenas de Cumaribo, este episodio pandémico será -probablemente- una página más de esa desgastada libreta milenaria que representa su lucha por la pervivencia física y cultural. Cada tanto una enfermedad desconocida toca la puerta de sus comunidades; una vacuna más o una vacuna menos, les da lo mismo. Al final, su resiliencia siempre prevalece.


Esta investigación fue realizada con el apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y el Caribe, organizado por Internews, Consejo de Redacción, Chicas Poderosas y Fundamedios. Los contenidos del trabajo periodístico que aquí se publica son responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de las organizaciones.

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