¿Por qué defiendo la universidad pública?
Por: Yidis Jesús Gahona Rodríguez Administrador de Empresas - Profesional en Gestión Cultural y Comunicativa Especialista en Gestión Cultural y Políticas Culturales Estudiante Maestría en Sociología Universidad Nacional de Colombia
“Debes ir a la universidad y ser profesional. Yo no pude hacerlo, fueron otros tiempos”… Aún recuerdo, como si hubiese sido ayer, este mensaje de mi mamá. Esas palabras siempre me acompañaron en mi vida universitaria.
Mucho tiempo ha transcurrido desde que me desplacé de Puerto Carreño a Manizales. Tengo en mi memoria las vivencias de mi paso por la Universidad Nacional de Colombia. La primera de ellas, cuando en el 2009 hice mi primera estación en la sede de Arauca, una de las llamadas sedes de frontera. Allí llegué feliz porque el ingreso a la Universidad me lo permitió el PEAMA, un programa de movilidad académica para estudiantes de zonas alejadas del centro del país. En él se cursan algunos semestres en las sedes de frontera y luego, el estudiante se desplaza a una de las sedes andinas, las más grandes, en donde continúa con la carrera que eligió en su ingreso. Este programa, que no existe en ninguna otra universidad, fue la constatación temprana de que la Universidad era efectivamente nacional y de que como tal, tenía un alto compromiso con la equidad social, que construía nación.
Otra de esas gratas experiencias de mi vida universitaria fue desempeñarme como Representante Estudiantil de la Universidad Nacional de Colombia. Aquí aprendí que debía equilibrar el tiempo que le dedicaba a mis compromisos académicos con la responsabilidad social que implicaba estudiar en la universidad pública, pues esta es financiada por todos los colombianos.
A mí me tocaron tiempos tormentosos: la aplicación de un polémico Estatuto Estudiantil que generó, un año antes de que yo ingresara a la universidad, una fuerte huelga en la que participó el 90% de los estudiantes de todas las sedes. Luego, uno de los constantes intentos de reducir el presupuesto y la autonomía universitaria. Esto último dio origen a una de las mayores movilizaciones de estudiantes de los últimos tiempos.
Nuestra forma de defender la Universidad Nacional fue construir la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) que logró echar para atrás la reforma de la educación superior que adelantaba el Ministerio de Educación en 2012. En lugar de lanzar piedras, convocamos a actividades como una “besatón” y carnavales universitarios. Fue algo novedoso y efectivo. Tuvo un alto poder simbólico. Como Representante Estudiantil, recordaba con tristeza la situación de mi departamento y participaba en esta movilización alentado por una fuerte convicción de que la educación en mi país debe tener una vocación crítica, creadora y transformadora.
Hoy como profesional sigo soñando con que la educación en Colombia sea garantizada como un derecho fundamental y como un bien común y con que cada vez más jóvenes vichadenses tengan el honor de ir a la universidad y aportar soluciones a las problemáticas que enfrenta nuestra región.