
¡Juntos podemos!
Por: Yidis Jesús Gahona Rodríguez Administrador de Empresas - Profesional en Gestión Cultural y Comunicativa Especialista en Gestión Cultural y Políticas Culturales Estudiante Maestría en Sociología Universidad Nacional de Colombia
Quienes somos oriundos del departamento de Vichada y, especialmente, de Puerto Carreño, conocemos de primera mano, los problemas que vive nuestra región. Hace unos días, los medios de comunicación le mostraron al país cómo nuestros niños indígenas se han visto obligados a alimentarse de los residuos que llegan al relleno sanitario municipal “El Merey”. Esta realidad, que no es nueva, había sido denunciada por las autoridades competentes e incluso algunas acciones, insuficientes, se adelantaron para enfrentar la situación.
Ahora bien, hacer frente a estos obstáculos no es una responsabilidad exclusiva de las entidades de gobierno. Quienes habitamos el territorio sentimos dolor frente a este sufrimiento y debemos canalizar la rabia y la tristeza a través de acciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes y, focalmente, de aquellos que padecen situaciones límites como lo es el hambre, tal vez el mayor de los infortunios humanos.
Las acciones para enfrentar tragedias como la mencionada no solo se mueven en el ámbito de los planes y programas, también en nuestras acciones cotidianas podemos contribuir con ello. El dolor por nuestros conciudadanos se tiene que traducir en solidaridad.
Vivimos en una frontera que está poblada por indígenas, afrodescendientes, colonos que migraron de diferentes municipios del país, hermanos venezolanos y generaciones que hemos nacido aquí. Es importante considerar ese hecho para intervenir y exigirle al Estado a que intervenga para mejorar la calidad de vida. Esa es la razón por la cual, en mi caso, curso una maestría en Sociología en la Universidad Nacional. Resulta imperativo comprender el territorio.
Puerto Carreño es un espacio activo de interacción con Venezuela. Existe intercambio de mercancías, hay circulación de grupos indígenas y en ese tránsito algunos no reconocen las fronteras trazadas por los gobiernos. Integrantes de muchas familias tienen doble nacionalidad y han ido a cursar estudios al vecino país.
La manera en la que vive cada uno de estos grupos, sus costumbres, los problemas que enfrenta, sus expresiones artísticas y, además, sus expectativas y sentido de pertenencia por el lugar en el que habitan son distintos. Conocer su sentir, su forma de ser, nos ayudará a tomar decisiones políticas más incluyentes y participativas. Las mismas deberían estar enmarcadas en un trabajo colaborativo binacional.
No permitamos que la realidad nos limite nuestras acciones de cambio, pues estoy convencido de que somos muchos los que hacemos cosas para ver a Puerto Carreño superar las falencias estructurales que hoy tiene.
Me sumo a la idea de que si sabemos que el mundo se acaba mañana, hoy todavía tenemos esperanza de cambiarlo.