El largo camino para ser una excepción en Vichada
Yidis Gahona es para muchos en Vichada una excepción a la regla. Pudo estudiar en un departamento que hasta hace muy poco no tenía ninguna universidad. Pudo trabajar en política sin conexiones y sobre todo, tras ejercer un liderazgo de izquierda en un departamento acostumbrado a la derecha. La mayoría de jóvenes en el Vichada no tienen tanta suerte. Casi todos empiezan sus proyectos personales tres pasos atrás.
Ese día de octubre de 2015, Yidis Gahona levantó la mano para pedir el micrófono. A su alrededor había una multitud vestida con camisetas y gorras azules y blancas, que entre gritos, arengas y aplausos, vitoreaban al uribismo. La marea de gente estaba reunida en el parque Gloria Lara –uno de los principales escenarios deportivos de Puerto Carreño, capital de Vichada– para asistir a uno de los tantos mítines políticos que se vivían durante las elecciones locales de ese año, en las que se elegirían alcaldes, concejales, diputados y gobernadores en todo el país. Cuando el micrófono llegó a sus manos, se aseguró de que su voz tuviera la firmeza suficiente como para estar a la altura de su interlocutor: el expresidente Álvaro Uribe (2002 – 2010). Él estaba justo en la mitad del escenario y fue el único, entre esa marea uribista, que tuvo el coraje de interpelar al expresidente con una pregunta incómoda.
Siete años después, Yidis no recuerda con exactitud qué fue lo que le reclamó al político. “Seguro fue algo sobre las EPS”, dice, que entonces, como ahora, no funcionan en el Vichada.
La salud es uno de los eternos dolores de cabeza de los vichadenses. El segundo departamento más grande del país tiene 105 mil kilómetros cuadrados y una población, según el censo de 2018, de 76.642 personas: algo así como un habitante por cada 1,3 km2. Eso significa que la mayoría de la gente vive en zona rural, donde no hay centros de salud y menos funcionan las EPS; llegar al hospital más cercano puede tomar horas o días, pero si alguien requiere atención especializada debe trasladarse al interior del país. Los pacientes pasan semanas y meses haciendo gestión ante su aseguradora de salud para lograr que los vea un médico en Bogotá o Villavicencio.
La interrupción de Yidis Gahona, quien entonces tenía 32 años, cayó como un baldado de agua fría para quienes estaban en el escenario, pues la inmensa mayoría de los asistentes habían ido a ver y escuchar a Uribe. El político había llegado hasta Puerto Carreño a respaldar a los candidatos del Centro Democrático, especialmente al aspirante a la gobernación, Gustavo Londoño.
Por aquella época el expresidente llenaba las plazas en las que se presentaba. Su nuevo partido, ese que lleva la silueta de su figura del pecho hacia arriba, con la mano derecha en el corazón, estaba en pleno furor ya que había sido fundado apenas dos años antes para hacer oposición al presidente Juan Manuel Santos (2010 – 2018).
Vichada se ha caracterizado por ser un departamento uribista –prueba de ello es que tiene uno de los cuatro gobernadores actuales pertenecientes al Centro Democrático–. Ese 2015 no fue la excepción: la gente ratificó su simpatía por el exmandatario antioqueño, no solo acudiendo a saludarlo y aplaudirlo, sino votando por Marcos Pérez Jiménez a la alcaldía de Puerto Carreño (2016 – 2019). No ocurrió lo mismo con Londoño, quien en esa oportunidad obtuvo la tercera votación; sin embargo, en 2018 resultó elegido representante a la Cámara por el mismo partido.
Pero Yidis Gahona estaba lejos de ser uribista, no podía serlo en ese momento –y tal vez nunca lo será–. Por aquel entonces era un joven recién graduado de la Universidad Nacional de Manizales (Caldas) como profesional en Administración de Empresas, estaba finalizando otro pregrado en Gestión Cultural y tomaba materias de una especialización en Gestión Cultural y Políticas Culturales (se graduó de ambos programas en 2016), en esa misma universidad.
Sus ocho años en la universidad estuvieron marcados por un liderazgo estudiantil que le dio un tinte progresista, que dista de las posiciones y pensamientos de los partidos políticos de derecha. Con orgullo relata que hizo parte de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), el movimiento estudiantil más importante de Colombia de las últimas décadas, que logró tumbar una reforma a la ley de educación superior en el Congreso.
Ese reclamo tiene todo el sentido cuando vemos las cifras de acceso a la educación en Vichada. Yidis Gahona es uno de esos pocos jóvenes que al final logran salir del departamento para formarse profesionalmente. Según datos de la Secretaría de Educación de Vichada, en los últimos años se han graduado anualmente en el departamento un promedio de 500 bachilleres, pero apenas el 29 % de ellos logra ingresar a una universidad –no hay datos de cuántos logran terminar sus pregrados–. Eso significa que de los 664 bachilleres que tuvo Vichada en 2021, solo 192 se encuentran hoy matriculados en un claustro universitario.
“A la gran mayoría, por diferentes causas y debido a los altos costos de desplazamiento y sostenimiento, se les hace casi imposible acceder a un programa de pregrado en otras ciudades del país”, explica el padre Jairo Pardo, quien hasta hace pocos días fue secretario de Educación y ahora es líder del Área de Inspección y Vigilancia de la misma entidad.
En el año 2000, cuando Yidis Gahona se graduó de bachiller en el colegio José Eustasio Rivera de Puerto Carreño, tuvo cero posibilidades. Pasaron siete años antes de que lograra matricularse en una universidad. Como todos los jóvenes de la región, tuvo que trabajar mientras aparecían las oportunidades: con cava en mano vendió las paletas que hacía una de sus tías, cuidó los pollos que criaba otra, atendió el restaurante casero de su mamá y prestó servicio militar en la base aérea de Catam.
“En 2007, por casualidades de la vida, me doy cuenta de que la Universidad Nacional abre un programa de movilidad académica que está dirigido a los jóvenes de aquellos departamentos de la periferia de Colombia, entre esos Vichada”, relata.
Ese año, buscando alternativas, se inscribió también en otras universidades públicas como la Distrital de Bogotá, la de Antioquia en Medellín y la ESAP. “Dije, si no paso a la Nacional, porque uno tenía el imaginario de que era la más difícil, de pronto paso a otra pública”, cuenta. Al final, solo pasó a la Universidad Nacional.
El Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PEAMA) empezó a operar en 2008 y fue diseñado para funcionar en las sedes de la Nacional ubicadas en Arauca (Arauca), Leticia (Amazonas), San Andrés Islas y Tumaco (Nariño). Es una manera de facilitar el ingreso de los jóvenes de estas regiones a esa universidad, porque en la prueba de admisión los postulantes compiten sólo entre quienes aplican a determinada sede –es decir, entre quienes tienen un rendimiento académico similar– y no con todo el universo de aspirantes que a nivel nacional se postulan para entrar.
Pero ni con programas como el PEAMA, los jóvenes del Vichada han logrado ingresar de manera significativa a la universidad. Según la sede Orinoquía de la Nacional, entre 2008 y 2021 se tiene un registro de 260 aspirantes vichadenses y solo 57 admitidos: un promedio de entre tres y cuatro estudiantes por año.
El programa especial de admisión le permite al postulante escoger una carrera en cualquiera de las sedes que la Nacional tiene en el país, pero si resulta admitido debe completar un par de semestres en la sede a través de la cual entró. Antes de dar el salto a Manizales, Yidis Gahona pasó un año en Arauca.
“Arauca fue una experiencia más difícil, aunque haya sido un tiempo más corto. En Arauca la universidad no ofrecía residencia ni alimentación (algo que si le brindaba en Manizales). A mi familia le tocaba apoyarme en eso”, precisó. “Fue complejo porque las condiciones económicas en la casa no eran favorables, pero ahí estuvieron mi mamá, mis tías, mis primos, hasta mi hermano. Por fortuna, recibí apoyo familiar”.
Año y medio después se instaló en Bogotá para iniciar una maestría en Sociología (de la que espera graduarse el año que viene), también en la Universidad Nacional.
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Son las siete de la mañana de un día cualquiera y Yidis Gahona camina por la carrera séptima, la calle más tradicional de Bogotá. Es un recorrido que hace casi a diario para dirigirse al Congreso de la República, lugar en el que trabaja hace cuatro años junto al representante a la Cámara por Bogotá –hoy presidente de la corporación y vocero del Pacto Histórico– David Racero.
“Pienso mucho en lo que veo durante mi caminar. Veo al señor que está embolando los zapatos y me pregunto si la gente manda a lustrar los zapatos como lo hacía anteriormente. ¿Será que el trabajo ya se le está acabando a este señor?”.
Yidis Gahona tiene 39 años, pero salvo por algunas canas que afloran en su cabeza como los primeros rayos de luz al amanecer, aparenta unos 35. Es delgado, y aunque su cédula dice que mide 1.70, su estatura real es un metro con 68 centímetros. Su caminar es pausado, pero no lento. Tarda 15 minutos en recorrer los 1.400 metros de distancia que hay entre la estación de Transmilenio de Las Aguas y el Capitolio.
En 2017, cuando se radicó en Bogotá para empezar su maestría, Yidis Gahona conoció a David Racero, que entonces ya tenía un pequeño camino avanzado en política: había sido candidato al Concejo de Bogotá dos años atrás y también trabajo en la Alcaldía de Gustavo Petro (2012-2015). Hablaron de política y encontraron similitudes en sus posturas.
“Al final, lo que logramos sacar fueron unos mapas de poder donde mostramos las relaciones de las familias políticas que han gobernado históricamente nuestro país. Decidimos lanzarlo en marzo de 2017, haciendo un ejercicio en la calle”, relata. “Dijimos: vamos a hacer este ejercicio pedagógico a ver cómo lo recibe la gente y vamos viendo si esta idea da para que alguien que no haga parte de esos mapas sea candidato, o si definitivamente esto no sirve para nada”.
Un video que muestra ese ejercicio de pedagogía ciudadana se volvió viral en redes sociales. Para Yidis Gahona, fue lo que les permitió conquistar las plazas de las ciudades más importantes del país y se convirtió en el trampolín que le abrió las puertas a Racero para llegar a la Cámara de Representantes. Allí trabaja hoy Gahona, en la Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) de Racero, donde tiene el cargo de asesor político.
“El lugar que hemos venido ganando como equipo con David [Racero] esperamos nos permita tener relaciones con carteras (ministerios) y que se puedan tomar decisiones en beneficio de la región. Asumo ese puente en términos de poder comunicar las demandas que necesita la región y estar pendiente de las decisiones que desde el Gobierno nacional se tomen en beneficio de la misma”, asegura.
Yidis Gahona es visto por muchos en Vichada como una excepción a la regla, un índice de variación en el sistema. No sólo porque pudo estudiar una carrera profesional, lo que le implicó necesariamente salir del departamento porque allí hasta hace muy poco no había ninguna universidad. Hoy solo hay una, con muy pocas carreras. También porque pudo trabajar en política sin estar atado a un partido tradicional, sin conexiones políticas y sobre todo, tras ejercer un liderazgo estudiantil de izquierda en un departamento acostumbrado a la derecha. Ahora, además, sueña con llegar él mismo al Congreso, aunque todavía no lo da por hecho.
“Una de las barreras en este momento (para hacer política en la región) es que el voto está muy amarrado a las necesidades individuales que pueden tener los vichadenses. Si logramos que esas necesidades se solventen desde el Gobierno nacional, seguramente saldrá con mucha más fuerza un voto de opinión y de conciencia”, dice.
Hace rato Yidis Gahona sabe que para incidir y transformar las realidades sociales, es necesaria la política. Es un camino largo y difícil pero él por lo menos, lo está intentando.