El gran amor de Tomas

Por: Julieth De la Espriella

Sencillez, humildad, vocación y un sin fin de cualidades definen a Tomas, un hombre al que la vida le ha dado muchas batallas, de las cuales ha salido vencedor.

Tomas Arturo Acosta Sáenz tiene 35 años de edad y vive en el departamento de Guainía. Con orgullo resalta que pertenece a la etnia puinave que habla a la perfección el castellano desde hace algunos años.

Acosta nació con una enfermedad llamada cataratas congénitas, de la cual su familia desconocía que esta podría haber sido tratada con tiempo, a esto se le sumó el desconocimiento por parte de su comunidad quienes en su momento lo trataron con medicina poco tradicional lo cual no ayudó en absoluto.

En su adolescencia, Tomas tomó la decisión de someterse a una cirugía para corregir su baja visión, sin embargo, esta no salió como lo esperaba, pues los médicos le dijeron que ya era demasiado tarde. Frente a esto, no tuvo más opción que hacerle frente a la vida, situación que lo llevó a no poder continuar con sus estudios debido a la falta de accesibilidad a una educación inclusiva en el municipio. “Si los Gobiernos nos incluyeran más, las personas con discapacidad tendríamos más oportunidades”, dice.

No fue hasta junio de 2020 donde pudo culminar sus estudios como bachiller a través de la modalidad de validación gracias a la Fundación Educando y Creando Futuro, quienes además generaron la implementación de una prueba piloto junto con el CRAC (Centro de Rehabilitación Para Adultos Ciegos) y la Gobernación del Guainía, quienes en los últimos años le han brindado a Tomas la habilidad del manejo del bastón el cual ya hace parte de su vida. Asimismo, recibe clases de orientación y movilidad, técnica de la vida diaria, y a leer lenguaje braille (sistema de lectura y escritura táctil para personas ciegas).

En su proceso de educación Tomas conoció a María Ortiz, quien era profesora de personas con limitación auditiva, y quien se convirtió en su amiga incondicional. Sin embargo, esta amistad pasó a otra dimensión, como lo define el joven indígena: fue un amor a primera “oída”. Finalmente decidieron casarse y formar un hogar; con una gran sonrisa Acosta indica que María fue su mejor compañía, nadie más que ella le pudo describir los lugares que frecuentaban tomados de la mano.

Este gran amor se vio truncado en octubre del año pasado cuando María empezó a presentar graves problemas de salud. Su cuerpo no resistió y falleció. Esta situación fue devastadora para Acosta, una prueba más que tenía que afrontar en esta vida. Con su voz entre cortada y una sonrisa que se escapa, dice con propiedad que María fue su más grande amor.

Para Tomas esto era otra prueba más que la vida le ponía. Entonces, se refugió en la música para sobrellevar su duelo. Empezó a tomar clases para interpretar algunos instrumentos entre ellos su favorita: la “guitarra”. Está aprendiendo también a tocar la batería y recibe clases de técnica vocal en la Casa de la Cultura.

En ocasiones Acosta, señala que ha sentido discriminación en algunos trabajos que ha tenido, pero ha aprendido a vivir con ello, asimismo, señala que ha conocido excelentes personas que le han alegrado la vida y se han quedado para contribuirle en su crecimiento personal.

Actualmente Tomas convive con su hermana de crianza y trabaja en diferentes instituciones, quienes le han dado la oportunidad para su desarrollo y crecimiento laboral.

Entre sus proyectos personales, Tomas desea continuar estudiando porque le gusta comunicarse, escuchar a los demás y estar al tanto de información que le pueda llamar la atención. El proceso que desea iniciar prontamente es el poder inscribirse a la carrera de comunicación social, pues de esta manera le gustaría llegar a la población con limitación visual y ser una fuente de superación dentro de sus pares. 

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